- Jessica MM
- Aug 12, 2021
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Updated: Aug 13, 2021
No es nada nuevo afirmar que la felicidad siempre ha sido perseguida por el ser humano y hasta el presente se ha convertido en algo muy ansiado y buscado por todas las personas. Desde que tengo uso de razón, se nos inculcó la felicidad como objetivo principal. Según la idea imperante de la sociedad, "para ser feliz, tienes que ser feliz", es decir disfrutar e intentar estar feliz de manera permanente. Si preguntamos a cualquier padre o madre por lo que quieren que fuesen sus hijos de mayor, una gran mayoría, por no decir todos, responderían que quieren que sean felices sin importar a lo que se dediquen. Del mismo modo, es lo que yo también querría para mis hijos si fuese madre. Sin embargo, desafortunadamente, no hay una receta mágica de la felicidad ni un manual con los pasos a seguir porque la felicidad no se logra sin el esfuerzo individual de cada persona a través de sus propias experiencias.
El pensamiento positivo es un movimiento que consiste en ver las cosas que pasan desde una perspectiva más alegre y optimista, es decir, digamos como que disuelve el negativismo o lo "disimula" mejor dicho. Dicho de otro modo, se centra básicamente en la ida de promover la felicidad en las personas como si de una ciencia se tratase. A mi juicio, está muy bien ser positivo y optimista, es maravilloso, pero este movimiento que vende la felicidad pase lo que pase no tiene nada de "inocente", y sin embargo, tiene más peligro del que nos pensamos. Eso de que con 4 o 5 pensamientos positivos cambia tu vida, o gracias a un libro de autoayuda, es exactamente lo mismo que la función que tienen las dietas milagro o el aprender un idioma en 7 días, ninguna en su caso.
Educar desde la alegría y el buen humor, tanto por parte de docentes como padres, es esencial porque transmite energía y vitaliza pero eso no significa que no podamos permitirnos estar mal cuando hay que estarlo. Es ahí donde hay que tener cuidado y educar las emociones más que centrarnos únicamente y exclusivamente en el positivismo. Tenemos que permitirnos estar tristes cuando así lo sintamos, sentir celos, rabia, dolor, etc., todas esas emociones son parte de la vida misma, de cualquier situación por la que pasamos y no debemos ocultarlo o negarlo ya que en muchas ocasiones, el riesgo del pensamiento positivo lejos de ayudar, se convierte más bien en un problema para el individuo. ¿Por qué? Porque básicamente la felicidad no consiste en evitar cualquier tipo de frustración o sacrificio que la vida misma exige. De hecho, ese anhelo constante de felicidad se convierte en frustración ya que se persigue algo que es una falsa realidad porque básicamente no es permanente como nos hacen creer a través de mensajes subliminales.
El psicólogo Ricardo Fandiño aboga por romper con la sobreprotección y educar todas las emociones, ¡bravísimo! No puedo estar más de acuerdo con él porque el anhelo constante de bienestar y la idea de buscar la felicidad como si de una ciencia se tratase, es falsa, resultando en ocasiones en muchos de los problemas psicológicos que cada vez están más presentes en la sociedad, sobre todo, entre los jóvenes.

La tristeza, como sabéis, supone una caída general de nuestra energía, ese momento en el que no nos apetece movernos, no nos sentimos bien ni con nada ni nadie, cualquier mínima cosa nos parece un mundo y parece que todo se ralentiza. Es por ello, que se ha convertido en la emoción marginada y más infravalorada frente a todas las demás. Básicamente es de la que más huimos porque muy razonablemente no nos gusta estar tristes, siendo realista a nadie le gusta, como es lógico. Sin embargo, paradójicamente resulta ser de las emociones más importantes para el crecimiento personal. ¿Por qué?, ¿Qué función cumple?. La respuesta a estas preguntas es sencilla: «En muchas ocasiones es necesario hacernos trizas y pasar por un periodo de duelo como consecuencia de alguna pérdida, un despido, una ruptura o cualquier otra cosa, para recomponerse y hacernos a la vez más resilientes». Es habitual sentir tristeza cuando nos decepcionan o cuando perdemos algo que era importante para nosotros. El problema aparece cuando no queremos o no "podemos" permitirnos expresar esa emoción a ojos de nuestro entorno porque parece que siempre tenemos que tener una sonrisa en la cara o estar bien.
La película de Pixar, Inside Out, representa muy bien el momento de una pérdida. Riley, la niña protagonista, no es capaz de gestionarlo como lo hacía todo habitualmente a través de la alegría, y hasta que Tristeza no se hace con el control de la situación y transmite lo que realmente siente Riley, no puede cerrar esa etapa de cambio y pasar página. A Tristeza le encantaría ser más optimista y útil para mantener a Riley feliz, pero le resulta tan difícil ser positiva. A veces parece que lo mejor que puede hacer es tumbarse en el suelo y tener un buen llanto. Eso mismo es el reflejo de lo que muchas veces necesitamos cuando nos sentimos así, en lugar de que nos digan que pongamos una sonrisa o nos digan mensajes positivos que en esos momentos no ayudan aunque sean de buena fe.
Trabajar las emociones con esta película tanto en el aula como en casa sería muy bueno para hacerle ver a los niños y/o adolescentes que las emociones más que estar clasificadas en positivas y negativas, son básicas y necesarias, como en este caso lo es Tristeza cuando Riley se vio obligada a dejar atrás su casa, su colegio, sus amigos, su equipo de hockey... La tristeza, como cualquier otra, es una emoción que nos alerta de que algo no va bien ya que hemos perdido algo que queríamos y pasar ese duelo es necesario para superar pérdidas, desilusiones o fracasos.
A la pregunta inicial de esta entrada de blog, "¿Educar en la felicidad y el pensamiento positivo?", según mi punto de vista y experiencia como profesora y con la vida misma, debemos educar a los niños en emociones y enseñarles a automotivarse para superar obstáculos y que a la vez desarrollen la resiliencia. Frustración sí, sufrimiento seguro, miedo también, rabia o impotencia quizás, pero ese es el cometido de las emociones en el camino de la vida y sin la presencia y superación de cada una de ellas, no sería posible el crecimiento personal de uno mismo. En la vida hay cosas malas con las que hay que vivir y hay que aprender a vivir con ello, no siempre todo va a salir bien. Necesitamos expresar y no reprimir lo que sentimos. Todas las emociones son tuyas y están para ayudarte, tienen un cometido.
Por otro lado, recomiendo ver la siguiente conferencia de TED Talk por Vanessa Wiehls. Su experiencia de vida le ha permitido asegurar que “somos capaces de surgir y destacarnos siempre que estemos dispuestos a superarnos a nosotros mismos”.
A modo de conclusión, el mejor tutorial de felicidad para nuestros alumnos e hijos es ayudarles a que hospeden sus frustraciones, superen sus miedos y desarrollen la resiliencia, es decir, tenemos que educar en emociones. Estoy de acuerdo en que es necesario protegerlos, pero no sobreprotegerlos porque es ahí cuando estamos anulando su independencia y la confianza que tienen en ellos mismos, y si lo exiliamos del sufrimiento, los estamos privando del aprendizaje que trae ese sufrimiento ya que gracias a caerse aprenderán a levantarse. Nadie pasa por la vida sin coleccionar ciertas cicatrices en el camino.
La vida es bella y es dura, es alegre y triste, es generosa y ladrona, es placentera y dolorosa, es gratuita y costosa.