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Updated: Aug 13, 2021


No es nada nuevo afirmar que la felicidad siempre ha sido perseguida por el ser humano y hasta el presente se ha convertido en algo muy ansiado y buscado por todas las personas. Desde que tengo uso de razón, se nos inculcó la felicidad como objetivo principal. Según la idea imperante de la sociedad, "para ser feliz, tienes que ser feliz", es decir disfrutar e intentar estar feliz de manera permanente. Si preguntamos a cualquier padre o madre por lo que quieren que fuesen sus hijos de mayor, una gran mayoría, por no decir todos, responderían que quieren que sean felices sin importar a lo que se dediquen. Del mismo modo, es lo que yo también querría para mis hijos si fuese madre. Sin embargo, desafortunadamente, no hay una receta mágica de la felicidad ni un manual con los pasos a seguir porque la felicidad no se logra sin el esfuerzo individual de cada persona a través de sus propias experiencias.


El pensamiento positivo es un movimiento que consiste en ver las cosas que pasan desde una perspectiva más alegre y optimista, es decir, digamos como que disuelve el negativismo o lo "disimula" mejor dicho. Dicho de otro modo, se centra básicamente en la ida de promover la felicidad en las personas como si de una ciencia se tratase. A mi juicio, está muy bien ser positivo y optimista, es maravilloso, pero este movimiento que vende la felicidad pase lo que pase no tiene nada de "inocente", y sin embargo, tiene más peligro del que nos pensamos. Eso de que con 4 o 5 pensamientos positivos cambia tu vida, o gracias a un libro de autoayuda, es exactamente lo mismo que la función que tienen las dietas milagro o el aprender un idioma en 7 días, ninguna en su caso.


Educar desde la alegría y el buen humor, tanto por parte de docentes como padres, es esencial porque transmite energía y vitaliza pero eso no significa que no podamos permitirnos estar mal cuando hay que estarlo. Es ahí donde hay que tener cuidado y educar las emociones más que centrarnos únicamente y exclusivamente en el positivismo. Tenemos que permitirnos estar tristes cuando así lo sintamos, sentir celos, rabia, dolor, etc., todas esas emociones son parte de la vida misma, de cualquier situación por la que pasamos y no debemos ocultarlo o negarlo ya que en muchas ocasiones, el riesgo del pensamiento positivo lejos de ayudar, se convierte más bien en un problema para el individuo. ¿Por qué? Porque básicamente la felicidad no consiste en evitar cualquier tipo de frustración o sacrificio que la vida misma exige. De hecho, ese anhelo constante de felicidad se convierte en frustración ya que se persigue algo que es una falsa realidad porque básicamente no es permanente como nos hacen creer a través de mensajes subliminales.


El psicólogo Ricardo Fandiño aboga por romper con la sobreprotección y educar todas las emociones, ¡bravísimo! No puedo estar más de acuerdo con él porque el anhelo constante de bienestar y la idea de buscar la felicidad como si de una ciencia se tratase, es falsa, resultando en ocasiones en muchos de los problemas psicológicos que cada vez están más presentes en la sociedad, sobre todo, entre los jóvenes.


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La tristeza, como sabéis, supone una caída general de nuestra energía, ese momento en el que no nos apetece movernos, no nos sentimos bien ni con nada ni nadie, cualquier mínima cosa nos parece un mundo y parece que todo se ralentiza. Es por ello, que se ha convertido en la emoción marginada y más infravalorada frente a todas las demás. Básicamente es de la que más huimos porque muy razonablemente no nos gusta estar tristes, siendo realista a nadie le gusta, como es lógico. Sin embargo, paradójicamente resulta ser de las emociones más importantes para el crecimiento personal. ¿Por qué?, ¿Qué función cumple?. La respuesta a estas preguntas es sencilla: «En muchas ocasiones es necesario hacernos trizas y pasar por un periodo de duelo como consecuencia de alguna pérdida, un despido, una ruptura o cualquier otra cosa, para recomponerse y hacernos a la vez más resilientes». Es habitual sentir tristeza cuando nos decepcionan o cuando perdemos algo que era importante para nosotros. El problema aparece cuando no queremos o no "podemos" permitirnos expresar esa emoción a ojos de nuestro entorno porque parece que siempre tenemos que tener una sonrisa en la cara o estar bien.


La película de Pixar, Inside Out, representa muy bien el momento de una pérdida. Riley, la niña protagonista, no es capaz de gestionarlo como lo hacía todo habitualmente a través de la alegría, y hasta que Tristeza no se hace con el control de la situación y transmite lo que realmente siente Riley, no puede cerrar esa etapa de cambio y pasar página. A Tristeza le encantaría ser más optimista y útil para mantener a Riley feliz, pero le resulta tan difícil ser positiva. A veces parece que lo mejor que puede hacer es tumbarse en el suelo y tener un buen llanto. Eso mismo es el reflejo de lo que muchas veces necesitamos cuando nos sentimos así, en lugar de que nos digan que pongamos una sonrisa o nos digan mensajes positivos que en esos momentos no ayudan aunque sean de buena fe.


Trabajar las emociones con esta película tanto en el aula como en casa sería muy bueno para hacerle ver a los niños y/o adolescentes que las emociones más que estar clasificadas en positivas y negativas, son básicas y necesarias, como en este caso lo es Tristeza cuando Riley se vio obligada a dejar atrás su casa, su colegio, sus amigos, su equipo de hockey... La tristeza, como cualquier otra, es una emoción que nos alerta de que algo no va bien ya que hemos perdido algo que queríamos y pasar ese duelo es necesario para superar pérdidas, desilusiones o fracasos.


A la pregunta inicial de esta entrada de blog, "¿Educar en la felicidad y el pensamiento positivo?", según mi punto de vista y experiencia como profesora y con la vida misma, debemos educar a los niños en emociones y enseñarles a automotivarse para superar obstáculos y que a la vez desarrollen la resiliencia. Frustración sí, sufrimiento seguro, miedo también, rabia o impotencia quizás, pero ese es el cometido de las emociones en el camino de la vida y sin la presencia y superación de cada una de ellas, no sería posible el crecimiento personal de uno mismo. En la vida hay cosas malas con las que hay que vivir y hay que aprender a vivir con ello, no siempre todo va a salir bien. Necesitamos expresar y no reprimir lo que sentimos. Todas las emociones son tuyas y están para ayudarte, tienen un cometido.


Por otro lado, recomiendo ver la siguiente conferencia de TED Talk por Vanessa Wiehls. Su experiencia de vida le ha permitido asegurar que “somos capaces de surgir y destacarnos siempre que estemos dispuestos a superarnos a nosotros mismos”.

A modo de conclusión, el mejor tutorial de felicidad para nuestros alumnos e hijos es ayudarles a que hospeden sus frustraciones, superen sus miedos y desarrollen la resiliencia, es decir, tenemos que educar en emociones. Estoy de acuerdo en que es necesario protegerlos, pero no sobreprotegerlos porque es ahí cuando estamos anulando su independencia y la confianza que tienen en ellos mismos, y si lo exiliamos del sufrimiento, los estamos privando del aprendizaje que trae ese sufrimiento ya que gracias a caerse aprenderán a levantarse. Nadie pasa por la vida sin coleccionar ciertas cicatrices en el camino.


La vida es bella y es dura, es alegre y triste, es generosa y ladrona, es placentera y dolorosa, es gratuita y costosa.





 
 
 

Updated: Aug 12, 2021

La empatía, un signo de grandeza, ya no sólo en el aula sino en general en la vida con todas las personas que nos relacionamos. Nelson Mandela decía "La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo", por lo tanto, para que eso sea así, es esencial que los docentes eduquemos desde la empatía y desarrollemos la misma en nuestros alumnos. Sin embargo, aunque nos resulte una palabra muy escuchada en el ámbito de la educación y en la sociedad, a la hora de la verdad, la dificultad de muchos profesores para conectar con los alumnos se hace cada vez más notable.


El libro de Ginott, nos cuenta la maravillosa historia de un maestro que tuvo que dar su primera clase en una institución para delincuentes juveniles, cuando entró al salón de clase tropezó y cayó al suelo; inmediatamente, los estudiantes estallaron en carcajadas, el maestro, haciendo uso de su sentido común y de su buen carácter, se levantó y les dijo: “Esta es mi primera lección para ustedes: una persona puede caer al suelo y levantarse de nuevo”; todos quedaron perplejos y seguidamente sonaron los aplausos.


Aquí tenemos un gran ejemplo que muestra el autocontrol de la clase utilizando para ello la empatía. Cuando leí esta historia por primera vez, he de reconocer que la idea me pareció brillante, y seguro que muchos de vosotros pensaréis lo mismo que yo al leerla. De hecho, hasta se me vino a la cabeza la idea de fingir esa situación en algunas de mis clases de secundaria 😉


Este año, al trabajar con mi tutoría de 3ºESO la educación emocional, me di cuenta de la falta de empatía que muchas veces tenemos los profesores con los alumnos, ¿Cómo vamos a inculcar un valor que muchas veces no transmitimos?. Sin darnos cuenta, en diversas ocasiones caemos en la trampa de reaccionar de manera equívoca ante comportamientos disruptivos y faltas de respeto, y entramos en esos debates infinitos con ellos para ver quien puede más o incluso pegando gritos a pleno pulmón, cuando lo más inteligente sería trabajar las faltas de respeto con comentarios ingeniosos y respuestas calmadas que con insultos, así como hizo Ginott. Si hay algo que la tutoría me ha enseñado este curso, es eso mismo, el hecho de trabajar desde la calma y el razonamiento con ellos, ya que resulta mucho más beneficioso para ambas partes y es ahí, cuando enseñaremos a nuestros alumnos cómo deben comportarse en situaciones similares. Escribiendo esta entrada, me viene a la cabeza el recuerdo de un día que castigué a un alumno de tutoría, en verdad, venía arrastrando un comportamiento bastante disruptivo con severas faltas de respeto a los profesores desde 1º. El castigo que acordé con la madre fue que viniese la tarde del viernes siguiente de 4-5 aprovechando que yo estaría en el cole. Tenía claro que no quería que fuese una hora sin más, como ese típico castigo en el que muchas veces dejamos a los alumnos en la hora de recreo en el banco del pasillo. Aquel día, decidí trabajar con él, y con ello, no me refiero a explicarle contenidos de inglés, en mi caso, o hacer deberes, sino hablar, simplemente eso, interesarme por él, su estado de ánimo, mostrarle mi preocupación, como tutora, hacía él y todos sus compañeros de clase, para que viera que no era su enemiga, que estaba ahí para ayudarle de corazón. Así mismo, se dió cuenta que en yo en lugar de dejarle de lado en el banco del pasillo y disponerme a hacer mis cosas, me interesé por él. Trabajamos a través de dos cortos que le puse y hablamos y reflexionamos sobre los mismos concluyendo la importancia de ponernos en el lugar de los demás para entender un poco más que siente el otro. Ese día tuve una sensación muy bonita, sentí que conecté porque sus ojos se emocionaron conforme íbamos hablando y me di cuenta que X tenía una gran falta de empatía y simplemente necesitaba eso, que alguien se parase a reflexionar desde el cariño y la calma. De hecho, su comportamiento experimentó un cambió desde aquel día, no voy a decir que fue perfecto de la noche a la mañana o que cambió radical, pero si es cierto, que a mi me empezó a ver como una persona en la que podía confiar y a la que le debía el mismo cariño que yo le transmití.


Adjunto algunos de los cortos con los que he trabajado la empatía con mis alumnos este año, pero no olvidemos que escucharlos, reflexionar con ellos y dialogar con calma, les transmite y enseña esos valores que deben aprender.


The Present

Los protagonistas son un niño apasionado por los videojuegos y el regalo que le entrega su madre, un perro que tiene una extremidad menos. Al principio, el cachorro no es bien recibido por su nuevo dueño debido a la lesión que presenta. Pero la insistencia y la perseverancia de la mascota por querer jugar, pese a su estado, logran contagiar al pequeño que se levanta del sofá para dar un paseo juntos. El cortometraje se basa en una tira cómica del ilustrador brasileño Fabio Coala.


Cadena de la empatía

En este corto vemos como una acción amable conduce inevitablemente a otra. Y así, sucesivamente, dando lugar a una cadena de favores que se entrelazan entre otros.


The Birds

Un grupo de pequeños y malhumorados pájaros descansan sobre un cable cuando un pájaro de mayor tamaño llega para pasar el rato con ellos. Las pequeñas aves no estarán dispuestas a compartir su espacio con él, decidiendo picotearle para hacerle caer. Sin embargo, en el último momento, se dan cuenta de que lo que están haciendo no está bien y deciden salvar a su nuevo amigo. Este cortometraje de animación está creado por Pixar.


Empatizar supone hacer el esfuerzo de ponerse en el lugar del otro para comprender sus necesidades, sus emociones, sus circunstancias…


Quiero terminar este post con la siguiente cita de Ginott: “Cuando un niño le da a un niño, lo llamamos la agresión . Cuando un niño le da a un adulto lo llamamos hostilidad. Cuando un adulto golpea a un adulto, lo llamamos asalto. Cuando un adulto golpea a un niño, lo llamamos la disciplina”.


 
 
 

HELLO PEOPLE!


La entrada de hoy es bastante diferente a las anteriores. De hecho, no tiene nada que ver, pero creo que es sumamente importante lo que voy a hablar a continuación.


Tras 4 años de profesora de inglés, tan sólo me ha bastado uno como tutora y cerca de 2 años haciendo terapia con psicólogos para trabajar un Trastorno de Conducta Alimentaria, para gritar a los cuatro vientos que hecho en falta en el aula una asignatura que trabaje las emociones, no sólo en la etapa de primaria como últimamente se está haciendo, sino, más importante incluso, en la etapa de secundaria. Sin ir más lejos, me atrevo a decir que considero tanto necesario como obligatorio el que se establezca como asignatura en el currículo, pues al fin y al cabo es una de las cosas más valiosas, entre otras, que podemos dejarle a los alumnos del futuro. Os estaréis preguntando: "¿A qué viene todo esto?", ¿verdad?. Muy sencillo, estos días he tenido la suerte de que una alumna de mi tutoría se haya sentido con la confianza plena y valentía a expresarme lo que realmente le lleva pasando mucho tiempo, y digo suerte, no precisamente por lo que me ha contado, sino porque gracias a que ha sido capaz de pedirme ayuda, va a poder ver una pequeña salida de ese túnel en el que estaba metida. Le he preguntado que porque no me había contado antes todo eso sabiendo que yo había pasado por cosas similares, a lo que ella me respondió: "Me daba verguenza profe", simplemente asentí con la cabeza y le dije "Te entiendo perfectamente". Sé por experiencia propia lo que es eso, y cómo se sentía X, no te ves preparado para pedir ayuda por el miedo a lo que otras personas piensen de tí, en realidad nunca lo estás, pero llega ese momento en el que la situación te supera y necesitas sacar eso que tanto daño te hace por dentro. Ella en este caso, lo ha hecho conmigo, quizás influida por la naturalidad con la que yo les hablaba en las tutorías sobre mi problema, las emociones, y mi terapia con Alex, mi actual psicólogo. Quise hacerlos cómplices de esto desde el primer momento porque mi intención era normalizar algo con ellos que normalmente se oculta y más teniendo en cuenta que cada día, más gente sufre de ansiedad, trastornos, depresiones, etc. y todo derivado principalmente por una mala gestión de las emociones. Y es que en esto, mucho tiene que ver la sociedad, porque lejos de hacernos ver todas las emociones como algo necesario, ya se encargó ella de pintarnos algunas de ellas como negativas, tanto así, que no estaba bien visto sentir emociones tales como la tristeza, ira, celos y/o dolor. La respuesta a esas emociones era muy simple: "no llores", "no estés triste", no está bien sentir rabia", "no hay que tener celos".


Trabajar con las emociones es algo a lo que no estamos habituados, sobre todo porque desde pequeños nos han enseñado a esconder las emociones que nos hacen daño o que molestan a los demás. Seguramente hayas escuchado alguna vez las siguientes frases: “no llores”, “no te enfades”, “pon otra cara más alegre”, “no tengas miedo”… y lo que aprendemos de esta enseñanza es que esas emociones desagradables son malas y no se pueden mostrar.


Si nos enseñaran desde la infancia a identificar y gestionar las emociones, la vida sería más fácil. Yo, en mi caso, no tuve esa suerte, en su momento cuando estudiaba nunca me dieron una clase sobre las emociones, así mismo en casa, mis padres me enseñaron a esconder las emociones negativas. Por esa razón, desde que empecé a realizar las tutorías me planteé trabajar las emociones con ellos porque quería hacerles ver que es importante aprender a gestionar no sólo las emociones positivas, esas las tenemos dominadas porque nos aportan bienestar, sino también esas otras no tan positivas que no nos aportan tranquilidad y las rechazamos. Como reflexión a día de hoy tras trabajar las emociones en tutoría, puedo decir que ha servido bastante, simplemente por el hecho de que esta alumna haya sido capaz de contarme algo que le llevaba mucho años atormentando y le estaba impidiendo vivir porque gracias a eso, ve que hay una posible salida y, por primera vez, como me ha comentado, se ha sentido escuchada por alguien. Estoy hablando de una chica que ha tenido pensamientos bastante serios, con lo cual, la gestión de las emociones es mucho más importante de lo que nos pensamos y considero que tiene la misma valía que cualquier otra asignatura.


Podría hablar mucho más acerca de las emociones y mi trabajo con ellos este año, pero creo que con este ejemplo junto con todos los muchos otros casos de adolescentes y no adolescentes que cada vez más hay con problemas psicológicos, nos basta para ser conscientes de la importancia que ocupa la inteligencia emocional en nuestras vidas.


¡Hasta pronto!

 
 
 
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Blog creado por Jessica Martos Muñoz
Profesora de inglés de Primaria y Secundaria
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